viernes, 30 de noviembre de 2012

Cajón de-sastre: Deutschheit e italianità


Johann Friedrich Overbeck cumplió el papel de líder en el grupo de artistas alemanes y austríacos  del siglo XIX conocidos como los Nazarenos, más oficialmente como la Hermandad de San Lucas. Éstos, simplificando, fueron algo así como los antepasados continentales de la Hermandad Prerrafaelita, agrupación que lideró un nuevo y personal estilo pictórico en la Inglaterra de la década de 1860. A su vez, los Nazarenos supusieron una suerte de parientes remotos de los hippies y los guiris que se toman gap years en países meridionales. Aunque hoy quería hablar de música, a veces hay que dejar fluir las cosas, y no he podido evitar que lo que iba a servir de acompañamiento gráfico inicial se me acabara convirtiendo en el comienzo de una entrada bastante impredecible. Se trata de una obra del mencionado Overbeck, y quizá de la más conocida: Italia y Germania (1828).

(Seguro que El Hematocrítico tendría mil ideas para un título menos inocente)
En ella, inicialmente Overbeck pretendía representar a María junto con la Sulamita del bíblico Cantar de los Cantares, la doncella sensual que Salomón describió, entre otras cosas menos pedestres, como 'un lirio entre los cardos'. Se trataba del eterno rollito de contraponer la Vieja y la Nueva Ley; dos perfectas novias de dos perfectos Testamentos con dos perfectos óvalos por cara. Franz Pforr, amigo de Oberveck y nazareno melenudo también, sí realizaría una pintura sobre el tema. Sin embargo, Overbeck acabó modificando sus intenciones originales, dando un nuevo sentido a las figuras y rebautizando el resultado. Mientras trabajaba en la obra, escribió lo siguiente a su amigo Friedrich L. Z. Werner: 


El genio romántico: sin ceño, no vale.
"Italia y Germania son elementos en cierto modo similares, a quienes, si bien se enfrentan a una presencia que les es extraña, tengo la misión de unir en un todo. Se trata, por una parte, de un tributo a la Patria, y por el otro, del encanto de todo lo hermoso y solemne de lo cual agradezco disfrutar en el presente."
Esta concepción se plasmó en Italia y Germania mediante el uso de una retahíla de opuestos. La rubia y la morena, el norte y el sur, la amada Italia y la Alemania natal, el Quattrocento y la edad dorada de Durero, la corona de laurel y la diadema de mirto, ese decorado del fondo que es semicampiña y semicaligariano... y, por supuesto, todo gritando Rafael en términos de estilo. El mensaje que Overbeck pretendía transmitir era la conciliación, en definitiva, de todos esos contrastes en un mismo ideal estético, en la amistad (ejem) entre dos mujeres que personificaran lo mejor de los dos puntos cardinales. Vamos, lo que a la Unión Europea actual le sobr... En fin, sigamos.

Hemos partido de los Nazarenos, un grupo muy especialito de artistas de la pre-pre-vanguardia (sí) decimonónica, para hablar del complejo idilio entre el país que siempre gana al fútbol y el de la bota. Para enumerar alemanes dieciochescos o decimonónicos enamorados de Italia, en fin, no hay que estrujarse mucho los sesos: Winckelmann, Burckhardt, Goethe, Stendhal debieron de hacer couchsurfing a muerte por allá en aquel entonces. Y tuvieron síndromes de Stendhal, sí (ja, ja). El caso es que la "debilidad" de Alemania por Italia puede concebirse tanto en términos amatorios como de poder. Citando de nuevo a Overbeck, 
"[...] cortejando a Italia, [Germania] le toma de la mano con sus dos manos. Parece como si aquélla condescendiera gentilmente".
I'm sexy and I know it - Rome Edition
El cortejo, afán de dominación inclusive, de lo tedesco hacia lo italiano había empezado siglos atrás, como los fans de la Antigüedad Tardía y de la Alta Edad Media sabrán. Pero todo el tema había empezado precisamente justo al revés, cuando, en términos de género, Italia era EL IMPERIO, un machote rebosante de los más viriles ideales, que ya habían llevado a la República, en tiempos a. C., a someter a todo el Lazio... y más allá, finalmente consumiéndose a sí misma y reinventándose en clave fénix. 

Ya en el principio de los tiempos, Augusto y su rizo dorado decidieron meterse (después de que su tío abuelo favorito estuviera tonteando por allá un tiempo) en camisa de once varas, mandando a Druso a varias campañas por tierras del Rin. Sí, Druso, papi de Claudio, hijo de Livia y señor bien guapo en Yo, Claudio (véase foto). 

Luego el poco carismático Tiberio estuvo por allá castigado, cosa que sintió mucho, con lo que le gustaban a él sus fiestecitas por Capri. Después, Varo la lió pardísima con Teutoburgo, ilustre ejemplo de fail bélico por comandante incompetente (otro es la Armada Inven... cof, cof).

Algo después del desastre, Germánico, otro "padre de" que al parecer también estaba bastante potable en la realidad, partió por tierras germanas a exhibir su sex-appeal una temporadilla, gracias a lo cual adquirió ese apodo más sensual que su propio nombre (Julio César Claudiano suena a imitador de Luis Miguel). Pero en términos de conquistas, no se avanzó mucho, y la frontera del Imperio quedó fijada en el Rin. Tras caer los Julio-Claudios, Tácito escribió sus perlitas costumbristas sobre los barbudos más allá del limes. Pero ya sabéis que la cosa acabó en 476 mu' malamente para el Imperio Romano Occidental. Alemania 1, Italia 0. 

Eso de Alemania 1, Italia 0 y con Italia como esa tarta que todos quieren repartirse reaparece nada menos que en el manga Hetalia, bastante insustancial pero con el interés de ser de género histórico y de contener algún que otro momento divertido. 
Dos de las potencias del Eje derrochando gracia y estilo

En la serie, la cebada máxima va dirigida hacia al país de la pasta, involucrado en una relación bastante sospechosa, homosexual-paternalista incluso (la de imágenes yaoi que me he encontrado en Google...). Sí, un affaire entre el país de la eficiencia y el de la ineptitud mediterránea por excelenc... eh, bueno, el país inventor de la lasaña, que nos recuerda de nuevo la amistad más allá de las fronteras, y con tintes nacionalistas para todo gusto, del lienzo con el que hemos empezado el post. El manga Hetalia se dedica mayormente a relatar en clave humorística los eventos de la Primera Guerra Mundial. Pero, a efectos de lo que nos interesa, se remonta bastante más atrás en el tiempo, en concreto al muy loleante constructo que fue el Sacro Imperio Romano-Germánico, presentándonos a una Italia artísticamente esplendorosa pero empequeñecida políticamente por la injerencia de potencias extranjeras. Recuerden, recuerden, el mapa de la Italia del Renacimiento. Francia y España, el Papa, ciudades-Estado, condottieros, gunpowder, treason and plot, ah, no, eso no va aquí. Aunque en realidad podría.

Decía Shakespeare que la vida es una comedia contada por un idiota. Desgraciadamente otro eslabón en esta cadena de enredos históricos, tan absurdo que supera en hilaridad las parodias de Chaplin o Lubitsch, y tan fatal que parece la propia encarnación del humor negro, es el binomio Hitler-Mussolini. Un duelo de sables (incluyendo la pugna por el look más imponente, con dudosos resultados) en el sinsentido del siglo XX. Aunque, ¿cuándo ha tenido sentido la Historia? 



Nos gustaría volver a tocar este Italia vs Alemania en una próxima entrega, hablando en ese caso de músicos y música, si el tiempo lo permite. Estén atentos a sus pantallas, disculpen la verborrea que, como de costumbre, no falta en estos lares... y, sobre todo, sean felices y no se carguen media Europa en el ínterin.